Deambulo por ahí
-pienso que existo-
superponiendo el alma a los colores
que invocan mis sentidos sobre el plano inclinado
de la razón prosódica del mundo.
Me percibo en un yo
eremita y proclive
al color de la inercia que hace grises los días
y resume y reitera machacón y enfermizo
la nomenclatura hueca de las horas.
Para instalarse
en el rincón estrecho de un poema
no es necesario el mar más que soñado,
ni visitar París, con o sin Mayo,
basta una idea,
la percepción icónica del muérdago
donde imprimir la foto que nos traiga
el lugar más banal que la emoción recuerde.
-pienso que existo-
superponiendo el alma a los colores
que invocan mis sentidos sobre el plano inclinado
de la razón prosódica del mundo.
Me percibo en un yo
eremita y proclive
al color de la inercia que hace grises los días
y resume y reitera machacón y enfermizo
la nomenclatura hueca de las horas.
Para instalarse
en el rincón estrecho de un poema
no es necesario el mar más que soñado,
ni visitar París, con o sin Mayo,
basta una idea,
la percepción icónica del muérdago
donde imprimir la foto que nos traiga
el lugar más banal que la emoción recuerde.