Altivo colibrí,
ícaro verbo de la avifauna ilusa;
anclado en la orfandad de un cielo que sostiene
su nombre en manuales de libérrimo pájaro.
Sobre el cénit del aire
comulga de la luz en pretencioso efebo
aleteando metáforas,
y almibara su sed de masculino instinto
dando besos con lengua
en el cáliz sedoso de las hembras más líricas.
Reputado donjuán, casanova entre flores
que le odian y le aman,
y aunque hiera sus sueños con su lengua incendiaria
aún suspiran por él,
promiscuo, lenguaraz, avariento y lunático.
En esencia, un quijote que en lugar de gigantes
alancea florestas, malgastando sus alas
por un sueldo irrisorio; desplazado, interino,
denostado en la impronta de un contrato basura
y, entre cargas sociales,
obligado a libar a jornada completa.
Amor de colibrí, sudor de pájaro.