También él era un hombre –palabra- pero su hombría
se negó a aceptarlo. Nunca se retrasó en poner en hora su reloj de sueños, aunque
osó desertar de la maldita hipocresía de
este tiempo caín e insolidario. Desde entonces mendiga la ciudad, ausente, marginal,
pernoctando el desprecio de la calle en la piel; entre el inmenso azul de un engreído
cielo y el verde plastificado de los parques. Cualquier luna de luto, cualquier
cajero inhóspito, llorarán su partir hacia la libertad de los ¿cobardes?
domingo, 19 de mayo de 2013
sábado, 11 de mayo de 2013
DESAMOR
Lloraba el cielo por la sien de octubre. Tu
boca -esta vez no- no amaba con pasión: eras mentira; apenas el descrédito del
agua que vuelve por rutina a la ciudad, hasta inmolarse. Calló la libertad. No
había palabras que reprocharle al mundo; era la inercia –quizá- de nuestras
vidas quien nos soñaba del tiempo incompatibles. Jamás aquel tú y yo volvería a
ser nosotros. Cerré el paraguas, me di la vuelta y arrojé tu nombre al viento, esperando
que la lluvia desandara las calles con tu rastro.
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