sábado, 1 de noviembre de 2014

EL PASO DE LOS DÍAS



Foto: Santiago Redondo Vega

El paso de los días
se alimenta del ser de quien los vive,
o los repta, o los vuela, o los sumerge
en el tic-tac infame
de su reloj de arena.

De nada vale relegarlos al hueco atemporal
que dormita en las sombras,
o a la intemperie y solos, dejarlos macerar 
por si algún día el rastro
que abastece las hambres de su ego
los perdiese la pista.

Porque el paso del tiempo es aire equívoco,
sabe ser ruin, hiriente, sibilino,
y hace muescas de lluvia en los espejos
donde la piel escampa.

Y aun el olvido es fuego en sus arterias
que nos malea el cuerpo y la inocencia,
y hasta el alma es peaje
por el dolor gozoso de estar vivos.

La conclusión es siempre un mal augurio
por evidente y súbita.
Lo importante es vivir, y en todo caso,
esperar a que sean los poetas
quienes le pongan nombre al plebiscito.