martes, 30 de diciembre de 2008

COSMOS


Soy un ser ignorante para entender un cosmos
tan gigantesco y cuántico,
tan estelar y elíptico,
tan intangible a mi agnóstico azimut
que agota la memoria del satélite intelectual de mi cerebro.
Por mucho que me digan quienes circundan los cielos de años luz
que soy parte en su parte y que mi pulso
repercute en el pulso galáctico y astral de los planetas,
de las estrellas errantes, de los secretos de Orión y de las vías
de estratosferas lácticas,
me sigo viendo así, pequeño, ínfimo, tremendamente inútil
al latido abismal de tan inmenso cielo.
Ya me es grande la tierra y me desborda
soñar el más allá de un mar que aúna
el secular dolor de una frontera impresa
parcelando en países y profanando en vergüenzas de colores pastel
la mítica geoda
inicial y pretérita del alba,
que no es raro que a veces me sobrepasen a un tiempo y desde mí
la ciudad y la calle y la casa y la piel
y hasta el cosmos apacible de un silencio.