miércoles, 29 de abril de 2009

42 FERIA DEL LIBRO DE VALLADOLID



Del 29 de Abril al 10 de Mayo se celebra en Valladolid la 42 FERIA DEL LIBRO dentro de la cual también tiene cabida la poesía. La oficial y consagrada y, la otra, la que pugna calládamente por abrirse camino a versos.

En ese itinerario variopinto pero consciente florecen, filtrándose por entre las rendijas del asfalto cotidiano, las voces líricas de una amalgama de poetas de generación dispar pero de voz potente, aunados o disgregados - que todo vale para rendirle cetro a la experiencia- en torno al esforzado labertinto que es un grupo literario. Hablo del Grupo Poético SARMIENTO. En este caso quizá menos laberinto y menos esforzado, dada la enorme categoria literaria y humana del hombre que le dió vida hace ya muchos miles de versos y que no tuvo mejor ocurrencia, el año pasado, que sentarse a compartir sus versos con la muerte: Andrés Quintanilla Buey.

El próximo sábado día 2 de Mayo, a las 19:00 en el Palacio de Cristal del Campo Grande, algunos de nosotros le pondremos puertas al viento, puertas blandas y oscilobatientes, para que retengan apenas un segundo nuestras voces, pero que no impidan, que no se cierren nunca, detras de las interminables cometas que despliegan los versos cuando vuelan libres, blancos o rimados.

Aquí dejo el detalle del acto y el enlace de la 42 Feria del Libro de Valladolid:
Sábado día 2 de Mayo, 19:00 h. Pabellón de Cristal del Campo Grande. Presentación de los libros de los poetas del Grupo Poético Sarmiento: Lo que nunca se encuentra, de Araceli Sagüillo; Al Alba, de Agustín Espina; Hemisferio Sur, de Boris Rozas; Víspera luminosa de tu cuerpo, de Donaciano Cantera del Río; La espiral del sueño, de José Antonio Valle Alonso; Vengo de vivir, de Margarita Álvarez Taladriz, y Periplo por la piel de una estación sin Norte, de Santiago Redondo Vega.

sábado, 18 de abril de 2009

ESTADO DE CONSCIENCIA

Foto: Santiago Redondo Vega

Por donde la quietud de un vendaval traspasa
el aire en un segundo,
por donde disemina tu boca la costumbre
convexa de mi polen,
allí acecha la inquieta mirada del silencio
hasta intuir que tú
me rumias en tus horas de inercia todavía.

Tan sólo calla el tiempo si tú lo mimetizas
con lúdicos conjuros,
o enmarcas sus presagios de iones contrapuestos
en un redil de estrellas.
Tu amor es un fantástico estado de consciencia
que a sorbos me libera
del cielo repetido, tuneándome los labios.

Ese vestigio anárquico que hay entre dos instantes
es siglo suficiente
para ubicarme en ti rotundo y derruido,
como un navío en celo,
remándome en tu instinto de rizos insonoros
donde dormita el cáliz
del fuego interglaciar de tus atardeceres.

Por ese pubis campa el hambre redimida
promiscua y obstinada,
hacia la comisura de los itinerarios
que impiden nuestro tedio.
Hay siempre un más allá para la carne absorta
en deuda con el mundo,
y hay sexo que es amor cuando de amor invade.

A sol y a luna tersa me saben tus estancias,
a lava y a rompientes,
a indefectibles lunes huyendo en estampida
por mil pasos de cebra,
a sueños desnudando caricias sobre el torso
de una palabra virgen,
a libertad de culto por la mujer que quiero.

sábado, 4 de abril de 2009

QUISIMOS ABRAZAR

Foto: Santiago Redondo Vega

Quisimos abrazar
las nauseas minerales de la tierra,
todas las nauseas,
como nubes idílicas
en secuencia sonora y libertaria
de irrenunciables mitos.

Y hollar, sin sucumbirnos,
el desalmado esfínter del agravio
que purgue la verdad a la injusticia;
sobrepasar la piel como frontera y solazarnos
las horas en vivir hasta el encuadre
de un cierto ombligo beige y horizontal
de nitidez confusa.

Teníamos
algo más que una vida por delante
para imprimir herrumbres sobre el píxel
desnudo y asocial de nuestros paraísos.

Digo teníamos, sí, ya no tenemos
ni la boca, ni el grito, ni el silencio
tan limpios como entonces,
tan de blanco esencial,
tan agnóstico el alma
ni tan vívido el hambre
donde inspira y conspira la rabia del cerebro.

Y a pesar de esta boca y de estos labios
que no nos mienta el aire al respirar,
que seguimos aquí, como hace nunca,
para saldarle a dios sus levedades
y entre tanto y sin más
enmendarnos la pluma para seguir diciendo.