domingo, 11 de enero de 2009

ROSA DEL FRÍO

(A un primer gran amor)
No sé por qué han venido los pájaros a darme
noticias de los idus
de tu desdén de cuarzo.
Ni a quien han sonsacado la pócima secreta
con que extraer tu nombre
de tan remoto instinto.
Del magma en que renaces me tientan los recuerdos
con vino y pan de almizcle
de un tiempo en que colmábamos
las bocas de alacranes.
Ahora te has vuelto salvia, y ni besas, ni mientes,
ni hacen eco en tu sombra obsoletos neones
donde herías mi lengua con tu lengua de olvido
avarienta y pequeña.
Se inundó tu guitarra de los locos acordes
de universos de niña
cuando apenas el mundo te enmendaba las alas de tu ingenua inocencia.
Y aquel sueño, tan tuyo, de anhelar ser un viento delirante y utópico,
de querer ser más libre aventando molinos con soplidos de nácar,
se durmió en la trastienda
de un librero de viejo, o un tratante de silbos.
No eran tiempos de huirse tras crucigramas mudos,
ni adentrarse en sudokus a la carta más alta,
cada sopa de letras guarda un hambre consciente
y un matraz para el juego
y un dosel para el luto.
Desde ese hambre te nombra,
con un verso en los labios,
mi ayer donde pernoctas como Rosa del frío.

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