domingo, 19 de mayo de 2013

UN HOMBRE MÁS



También él era un hombre –palabra- pero su hombría se negó a aceptarlo. Nunca se retrasó en poner en hora su reloj de sueños, aunque osó desertar de la maldita hipocresía de este tiempo caín e insolidario. Desde entonces mendiga la ciudad, ausente, marginal, pernoctando el desprecio de la calle en la piel; entre el inmenso azul de un engreído cielo y el verde plastificado de los parques. Cualquier luna de luto, cualquier cajero inhóspito, llorarán su partir hacia la libertad de los ¿cobardes?

7 comentarios:

Ana Garrido dijo...

De nuevo la belleza desgarrada, la realidad doliente.

Me quedé sin respuesta en el post anterior, qué le vamos a hacer.

Un abrazo.

Santiago Redondo Vega dijo...

Tu nunca te quedarás sin respuesta Ana. Es mi falta de tiempo, no mi voluntad, quien me deja muchas veces en evidencia. Gracias por venir hasta aquí y dejar tu mensaje con mensaje. Este par de minirelatos nacieron como participación mía en el certamen del Museo de la Palabra de este año, pero no han sido más que una gota de agua diluida en el mar de otras muchas y mejores vocaciones. A mí es que me suele acompañar una vena de meditación triste, a ti además de meditación te aflora la de la belleza. Somos un cúmulo de vivencias, de lecturas, de ojos y de sentimientos, y de eso casi nunca podemos desprendernos. Todo sea para tratar de pensar en voz alta y de decirlo de una manera más o menos literaria. Algún día llegaremos -llegaré, espero- a aprender, si es que se puede llegar a aprender del todo.
Un abrazo Ana.

Fina Tizón dijo...

Posiblemente tu personaje, representación de otros muchos, no quiso desprenderse de los valores que le acompañaron siempre y prefirió mendigar al "tiempo" antes que sentarse a la mesa de quienes le querían convertir en esclavo de su propia realidad.
Breve relato y mucho reflexión en el contenido

Un cordial abrazo, Santiago.

Fina

Santiago Redondo Vega dijo...

Gracias Fina, por tus acertadas palabras. No sé si nos quedan todavía valores que argumentar, y si estos deben o no prevalecer sobre otros más prosaicos y alimenticios, pero el soñar nunca está de más, precisamente por eso, porque es de las pocas cosas que nos pueden dejar ser todavía completamente libres. Aunque hoy en día, podemos estar todos al cabo de la calle, independientemente de libertades y de sueños. Lo prosaico se está adueñando de nuestras de nuestra sociedad, de nuestras vidas, y tenemos que vivir de lo concreto. Malos tiempos para la lírica... que ya nos dejaron dicho.Un abrazo.

Anónimo dijo...
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Morgana de Palacios dijo...

¿Y cuando no han sido malos tiempos para la lírica? (ríome).

Me alegra haberte encontrado en el bloguerío, he pasado un buen rato recordándote y leyéndote.

Namasté.

Santiago Redondo Vega dijo...

Hola Morgana. El tiempo no emigra nunca, o quizá sí, pero nos miente para sentirnos cerca. Y los caminos son ágiles cuando la voluntad los guía. Yo nunca he sido ajeno a tu palabra, porque desde que la descubrí me impregna y me revive, me impacienta, me inspira. Ultraversal me trancó la puerta un día por mis pocas visitas y comentarios a otros compañeros. Normas de la casa me dijeron. El tiempo, mi falta de tiempo, me negó un taburete en el conjuro. Al cabo, me llamó de nuevo al vértigo. Pero ya era tarde, para mí ya era tarde. Como en cualquier amor que se precie, el despecho era ya herida. Y no he regresado más, aunque me duela. El ser humano tiene estas cosas. Pero mis ansias de aprender se nutren todavía de aquellos sueños que me dejaron la voz más áspera y más nítida, más lúcida, más honda, seguro que hasta más poética. Por aquellos impagables días mi más sinceras gracias, y por este gesto de acercamiento al pródigo, mi cálido abrazo.

En cuanto a lo de la lírica, es cierto Morgana que nunca los tiempos le han soplado a favor, quizá radique ahí su fuerza y su misterio. Eso tú lo sabes bien, lo contrario te hubiera engominado el habla.

La palabra es la fuerza.