De
tanto masticar
-sin
digerir-
el
tiempo que me obstina
me
arrepiento en silencio de la estación que habito.
Vivo
mil
calles más allá del autobús diario
-camino
a la rutina-
que
me apea en la vida insustancial
donde
en mares de hastío claudican los cobardes.
Y
apenas mis congéneres y yo
nos
prestamos siquiera a interrumpir
el
curso de los hechos,
aunque
fuera tan solo en incordiar
la
paz de los tiranos.
Y
seguimos bogando en el absurdo
de creernos
vivir, mientras morimos,
endiosados
e ingenuos
en
barcos de papel con anclas de alabastro.
Santiago
Redondo Vega
1 comentario:
Un fuerte abrazo, Santiago.
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